No se lo merecía.
Fuera quien fuera, no se lo merecía.
Suficiente con lo que habían hecho con los otros, que seguramente tampoco se lo merecían.
En un campo de batalla era otra cosa.
Hombres fuertes contra iguales.
Eso hacían verdaderos centuriones, como él mismo solía hacerlo, mientras pudo supo hacerlo.
Ahora estaba casi ciego.
Aquellas sí que eran peleas.
Pero así... así nada más que cobardía!
Fue por eso que intervino.
Los ojos le fallaban, el brazo le temblaba, pero él igual no dudaba.
Habían quebrado a esos ladrones, para apresurarles la muerte, pero al de esta cruz no lo quebrarían!
Y se la hundió en el costado.
Ya estaba muerto, tal como presentía.
Sin embargo aún no estaba seco.
Qué era aquello, aquello que fluía a borbotones del medio de la herida?
Sangre? Agua? Qué era en realidad?
Quizás ni interesaba, porque fue sólo una gota.
Fue sólo esa gota.. una gota carmesí que lo tocó.
Una gota lo cambió. Para siempre lo cambió!
Sí, la tierra había temblado, la gente había corrido, él su lanza había perdido..
Pero lo importante era que veía. Ahora veía!
Y veía como nunca, como nunca antes había visto.