*-Gora

CAMINOS (por Máximo L. Dárdano)



María ya no tenía miedo. 

Ahora la embargaba una terrible curiosidad.

Por eso había pedido que acercaran al balcón su mecedora.

Ni ella sabía por qué. 

Era verdad que, de unas horas a este rato, los insoportables dolores habían cesado extrañamente, pero eso tampoco era importante. 

Ni la naturaleza podía engañarla!

Después de todo no hacía tanto que, durante la última internación, había conseguido escuchar lo que el médico, creyéndola dormida, le decía a sus familiares. 

Ciertamente no era en vano que, a partir de ello, las visitas de éstos al Hogar se tornaran más seguidas.

Lo que sí sabía era que tenía que aprontarse. 

Todo lo demás quedaba atrás. 

Tantas alegrías. 

Y tantos pesares! 

Pero de seguro no tenía quejas. 

Mientras dirigía la poca vista que le quedaba, hacia aquel horizonte ambarino, se dio cuenta que en ese momento lo único que sentía eran ganas de agradecer. 

O acaso la belleza de aquella, su última tarde, no habría valido este viaje?

Abrió el libro que tenía en su regazo, directamente en la página en que acostumbraba hacerlo, para a duras penas leer los versos de Machado, el autor que en estos días más rondaba en su cabeza:

 "Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
 pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.."

Que maravilla! 

Cómo le hubiera gustado ser poeta. 

Pero es que había sido tantas cosas.. 

Demasiadas quizá! 

Y tenía muy claro que todo estaba allí. 

La demencia aún no podía timarla por completo, ni siquiera en el final.

A la mañana las empleadas hallarían su cuerpo quietecito, como un pequeño pájaro dormido, pero a ella, a lo que realmente la hacía ser ella, no lo encontrarían nunca más.

*---Gora

*----Gora